Designaholic | Emerge: Crítica, política y diseño.

ARCHIVE

Emerge: Crítica, política y diseño.

A veces pienso en que una de las desventajas de plantear un proyecto que no necesariamente implica una obra material propia per se es que cualquier persona puede expresar su sentir o pensar sobre el proyecto, plantear una crítica al mismo directamente con mi persona, de frente: que si Emerge debía ser un vínculo con empresas, que si las fotos de los proyectos podían ser mejor tomadas o si las conferencias podían ser en lugares mejor iluminados. Incluso me han llegado a escribir a las casi 12 de la noche:

“Leí tu proyecto, siento que es provocador para personas robot, ciegos de los suburbios, millennials con deseo de ver algo más, que dialécticas genéricas… Sin embargo no me convence para usar las palabras que los medios utilizan… Es superficial y vacío… profundo ante los ojos de los que no saben que sucede en este mundo… Ojalá te vea pronto para platicar… Saludos”

Desde que conocí este grabado de Julio Ruelas, me intrigó bastante, pues es un autorretrato de 1906 titulado “La Crítica”, realizado un año antes de morir en París. Ruelas regresó a México en 1885, uno de los primeros artistas mexicanos en salir de México para estudiar en Europa. Ruelas refleja la crítica como algo que taladraba la cabeza, algo deforme, desordenado, sinsentido, grotesco y diverso, como el monstruo sobre su cabeza, al que Ruelas recibe y acepta apaciblemente.

Y es que generar “crítica” (descalificar, mejor dicho), poco fundamentada generalmente, es algo que todos tendemos a hacer. En el ámbito político es evidente:

Una descalificación a la representación del poder que no pasa de rayar una boleta, saquear un Coppel o hacer un remix del “Peña-Fiel” ¿No será a caso lo que desea la política? Que la crítica se mantenga en memes. Algo totalmente diferente a lo que pasa en Reino Unido, donde cada miércoles al Primer Ministro en turno debe responder durante 30 minutos a cuestionamientos realizados por miembros de la House of Commons (Parlamento):

En diseño, ya ni como en la política local, la crítica se mantiene generalmente en privado y es superficial. No estamos acostumbrados a construir, con todo lo que este término implica, una crítica sensata hacia los distintos agentes que componen (o descomponen) la profesión y la escena. En una muestra de diseño con cocktail en mano todo gusta, nada estorba, todo es necesario, útil, el concepto: profundo; los materiales: bien trabajados. Un éxito. El diseño no está acostumbrado a criticar(se).

La crítica requiere espacios, pues si se acumula, se convierte en el mayor de los sinsentidos:

No dejamos de ver centros botaneros en muestras escolares o sets mezcaleros de barro en tiendas de diseño o lámparas con estructuras de cobre, y podríamos seguir.

Es común escuchar en las escuelas a los profesores de diseño predicar que el “No me gusta” no es válido dentro del aula, que todo debe estar fundamentado, como en la política, donde generalmente lo fundamentado no necesariamente es correcto. Recuerdo que escuchaba conferencias en mi escuela de diseño, muy bien fundamentadas hay que decirlo, sobre diseño artesanal y el valor de lo mexicano, a lo que mi mente siempre pensaba “No me gusta”, algo que hoy podría expresar así:

No estamos acostumbrados a construir desde el disgusto, simplemente lo expresamos, haciendo del disgusto no un planteamiento, sino una expresión simplista.

El diseño debe dejar de ver la crítica como normalmente lo hace la política: como una actividad que debe hacer alguien facultado, con autoridad, con peso, que debe ser realizada por alguien con experiencia ¿qué pasaría si le dejamos la crítica social solo a las instituciones políticas? En este respecto, creo que personajes como Pedro Kumamoto han probado que la crítica social no debe dejarse en manos de las instituciones políticas. Si lo hacemos, se comienza a ver la crítica no como acción activa, modificadora, sino como queja millennial. En un texto que escribí hace muchísimo tiempo, recibí un comentario:

Podremos considerar que el diseño es “diferente” a la política y que el argumento no aplica ¿es acaso la política más importante/trascendente para la sociedad que el diseño mismo? Esto probablemente se deba a que el diseñador no ha sabido mostrar su utilidad social, económica, política. Apliquemos la misma lógica del comentario al ámbito político-social y pierde sentido entonces hacer crítica, pues ésta pasaría a ser no más que un círculo vicioso con tintes generacionales.

Creo sumamente que tanto al diseño, como a la política y a muchas otras disciplinas más en el país, les falta la crítica como punto medular; jugar con ella, utilizarla, cambiarle los formatos. Referencias como Mimi Zeiger me parecen súper interesantes, más cuando plantean críticas tan inusuales como a Alejandro Aravena y la arquitectura de tinte social (puedes leerla aquí).

El diseñador debe familiarizarse con la crítica, pues todo el tiempo la hace: un nuevo producto mejor diseñado es un statement crítico hacia el que está mal diseñado. Nos enseñan a analizar qué está mal, qué puede mejorarse; cada solución planteada es, por consecuencia, una crítica. La política, como el diseño, le compete no sólo al político o al diseñador. Su crítica, análisis y mejora trasciende a los especialistas de cada ámbito.

Kassim Vera

 

Escucha nuestros últimos episodios

Lo más relevante del diseño, cada semana. Suscribete a nuestro Newsletter