Diseñando mi camino: ¿Ahora qué? – La vida después de la universidad
Llegó el verano y con él vino uno de los momentos más importantes de la vida estudiantil: la graduación.
Mis últimas semanas en la universidad las recuerdo vagamente. En mi mente hay una mezcla borrosa de no dormir ni comer, hacer todo lo que no hice durante el semestre, terminar mi tesis y repetir todo una y otra vez hasta el día de la revisión final. Cuando todo eso se acabó, llegó la entrega de diplomas, el discurso de graduación, las palabras de aliento de nuestros profesores y la cruda bienvenida al mundo real. Fin.
Quiero adelantarles antes de continuar, que esta historia tiene un final feliz; solo sigan leyendo y tengan paciencia.
Inmediatamente después de salir de la ceremonia, sentí un vacío inmenso y un dulce amargo sabor de boca. Surgieron muchísimas preguntas en mi cabeza que ni el vino del cocktail en la escuela pudo disipar. ¿Ahora qué? ¿Qué quiero hacer con mi carrera de aquí en adelante? ¿En dónde voy a trabajar? ¿Quiero trabajar para alguien o emprender? ¿Me quiero tomar vacaciones? ¿Puedo darme ese lujo?
Conforme pasaron los días, fui aclarando esa nube de cuestionamientos generando respuestas concretas y concisas que me sirvieron para calmar la imparable ansiedad de mi inminente adultez. Decidí que tomarme vacaciones, si bien era necesario, sería contraproducente e imposible para mi, debido a que tengo una responsabilidad conmigo y mis dos gatos de darnos la vida que merecemos. Con esta decisión en mente me aventuré a la búsqueda de la famosa chuleta, y me encontré cara a cara con la realidad del mercado laboral para diseñadores en México.
Para darles un poco de contexto, durante mi carrera tuve la oportunidad de trabajar en varios despachos de diseño y fui bendecido, ya que todos esos empleos llegaron a mi, es decir: yo nunca busqué trabajo. “¡Qué increíble!” dirán ustedes, y sí lo fue, pues gracias a esto pude aprender muchísimo; incluso más que en el salón de clases. La desventaja de haber corrido con tanta suerte es justo eso: nunca me había enfrentado a tantas entrevistas, tantos correos enviando mi CV y portafolio, tantas llamadas preguntando a amigos y conocidos si sabían de alguna vacante, y honestamente fue algo aterrador.
Buscar un empleo que cumpliera con todos los requerimientos que yo necesitaba no era una tarea fácil, ya que no iba a aceptar cualquier trabajo. Esto implicó rechazar muchas ofertas por diversas razones, la principal de ellas era el salario. Las ofertas oscilaron entre los 4,000 y los 12,000 pesos mensuales libres de impuestos y en la gran mayoría de estos lugares no ofrecían ninguna otra prestación. Fue muy triste darme cuenta de que en muchos casos el trabajo del diseñador es poco valorado, tanto así que en ocasiones un barista en la cadena de cafeterías de la sirena gana más que un graduado de la universidad con título en mano. Deprimente, ¿cierto?
No dejé que toda esta lista interminable de desilusiones me quitara las ganas de encontrar un trabajo apropiado para mi. De pronto un buen día, después de haberme entrevistado en una agencia y de haber pasado por todos los filtros, llegó la tan esperada llamada. Me ofrecieron un empleo que no solo cumplía mis expectativas sino que las excedía, con un buen puesto y salario acorde, prestaciones y un ambiente amigable y creativo.
Lo que quiero que piensen, queridos lectores, es que sí se puede obtener lo que deseamos, y que no debemos dejarnos llevar por las cosas malas que puedan sucedernos al aventurarnos al mundo real. Teniendo un poco de paciencia y manteniendo en claro lo que queremos es cómo se llega a las metas que nos proponemos. Piensen además, que tenemos la fortuna de ser diseñadores, de crear cosas que generen un impacto directo en la vida de las personas y que podemos tomarnos una mañana entera para dibujar y llamar a eso “trabajo”.
Bienvenidos, graduados, al mundo real. Espero que sea todo lo que siempre han querido y más.