Percepción: Lo efímero
Comprar un buen objeto anteriormente era sinónimo de durabilidad, de orgullo, inclusive un logro de aspiración, de como algo bien pensado siempre inspiraba trascendencia, no solo material sino también en el consiente propio y colectivo. El objeto tenia una idealización y ésta poco a poco se ha perdido. Actualmente los objetos se compran porque los tenemos al alcance, y en algunos casos el nivel de consumo llega a tal grado que incluso olvidamos que los tenemos. Algo similar sucede cuando estos se generan.
Esto no trata sobre obsolescencia programada ni conspiraciones consumistas, solo es un abordaje respecto a en que se ha convertido la concepción de objetos y la percepción de los mismos. Se interactúa a diario con un entorno que lleva un ritmo muy veloz, en el que aquel «temible enemigo» llamado obsolescencia programada ya ni siquiera es trascendental, el diseño y la tendencia han simplificado y sustituido su papel. Ya no es relevante preocuparse porque un teléfono o un producto en general vaya a fallar de manera predispuesta en determinado tiempo después de su compra si de cualquier manera se piensa en reemplazarlo antes por factores que, mas allá de lo estilístico, se fundamentan en lo tendencioso. Los motivos y circunstancias actuales son distintos a cuando se detecto la obsolescencia. Ya no va solo de factores estéticos cambiantes y el deterioro cronológico del producto. Es sólo que ya ni siquiera se percibe lo que existe cuando ya ha quedado en el pasado. Hay demasiadas cosas, y es simplemente el usuario queriendo ser participe de todo el entorno objetual que le rodea, aunque este no dure demasiado tiempo vigente.
¿Porqué pasa esto? Se genera contenido a un ritmo mayor del que se consume, y el ritmo de consumo del mismo no permite asimilarlo, ni que decir de comprenderlo, disfrutarlo. Este ritmo tiene como consecuencia que el diseño, (no exclusivamente, pero tomándolo como referencia central de todo lo expuesto en esta columna) resulte bastante efímero, pero de una manera muy poco conveniente. La magia de lo efímero es a su vez lo trascendental, el saber anticipadamente que no durara mucho tiempo y disfrutarlo, aprovecharlo al máximo, logrando trascendencia cuando llegue su ausencia. Aquí no pasa esto, pues la efimeridad que resulta de éste proceso de generación apresurado no es intencional, y a su vez resulta intrascendente. Pensemos en 5 objetos trascendentales que se hayan generado el año pasado, pensemos porqué los consideramos así. Es difícil visualizarlos, no importando la cultura objetual que poseamos, sin cuestionarnos porqué los consideramos.
El manifiesto Beyond the New de Hella Jongerius y Louise Schouwenberg realizó un oportuno e interesante análisis de este tema, en donde se cuestiona la constante generación de nuevo contenido. Como diseñadores tenemos siempre presente la presión de generar mas y mas piezas nuevas, sin importar que estas no resulten necesarias o trascendentales. Exposiciones, exhibiciones, medios de comunicación clamando por lo nuevo, cuando gran parte del contenido anterior que lo merece nunca ha tenido reflexión, y el actual no se ha comunicado del todo y comprendido. ¿Que origina este fenómeno? Cada vez resulta mas común ver piezas o proyectos que en lugar de resolver necesidades ya palpables o atender innovaciones, poseen justificaciones dignas de piezas de arte, aunque a pesar de esto no logran llegar a ser relevantes por periodos de tiempo interesantes. Ya ni siquiera es correcto pensar o tomar como referencia un producto diseñado hace un par de años, sólo tienen presencia ante nuevas generaciones, medios y colegas, los clásicos y las mas recientes piezas. Pero antes de generar nuevas piezas, es conveniente cuestionar y analizar lo ya existente, para lograr que el nuevo material logre ser trascendental. A este ritmo de generación de contenido, todo podría ser accidentalmente efímero.
Y no sólo pensar en esto como algo exclusivo del producto o mobiliario, el cuestionamiento se extiende hasta la manera en la que generamos y consumimos cualquier tipo de diseño actualmente, como el Gráfico. Esta disciplina actualmente resulta muy efímera en sus resultados, al ser estos producto de tendencias sumamente marcadas, en la mayoría de los casos. Anteriormente un logotipo lograba preservarse por mucho tiempo, buscando trascendencia aplicando principios de diseño básicos, funcionales, muy bien fundamentados y ejecutados, logrando imágenes que a pesar de renovarse, trascienden generaciones. Hoy en día a pesar de que esta teoría y principios siguen vigentes en el discurso de justificación de cualquier marca, los resultados son cada vez mas efímeros, basta con revisar marcas creadas a partir de tendencias de hace un par de años, o acudir a cualquier restaurante brandeado del momento para comprobarlo. Y no es culpar a la disciplina de esto, el problema es el mismo, el ritmo de creación superior al de reflexión y comprensión. El diseño, al igual que todo, debe adaptarse a su entorno, pero el entorno es actualmente demasiado cambiante, demasiado efímero.
Parte crucial de la trascendencia es la alta calidad del contenido, pero el diseño no es una marca de fast fashion, no debería tomarse este camino. Lo que deberá ser efímero estará intencionado en su discurso, y lo demás buscar ser trascendental, dejar de generar y comenzar a reflexionar lo que ya se ha generado, llevar las cosas a un ritmo mas responsable. No es justo generar mas material sin comprender las implicaciones del que existe actualmente. La prensa podría ya no clamar por lo nuevo para generar catálogos, sino reflexionar todo lo ya existente, criticar conscientemente, analizar, dar a conocer, unificar y generar comunidad. Lograr convertir lo efímero en trascendental. El buen diseño no expira, no es primicia inédita, sino todo lo contrario. Es para todos los días, y para todas las personas.