Percepción: El valor de una idea
«Los estereotipos son verdades cansadas.” -George Steiner
¿Nos limitamos a comprender y acotar una idea de acuerdo a las definiciones convencionales, o la analizamos en su totalidad? Esta duda me surgió hace unos días, mientras revisaba algunos proyectos que formaron parte de la convocatoria para un concurso de diseño organizado por In-Terno, en San Luis Potosí. Al principio de este ejercicio fue sencillo caer en estereotipos de diseño con los que es fácil sentirse cómodos (o no), como piedra angular de una evaluación que se tornaba superflua o casi robótica, llegando a un punto de reflexión sobre el verdadero aporte que cada proyecto logra brindar. Fue entonces que decidí mirar todo desde una perspectiva un poco distinta, y me di cuenta lo complicado que se torna en ocasiones llegar a comprender, percibir o incluso transmitir el valor real de una idea gracias a estos estereotipos (percepciones muy generalizadas y simplificadas sobre algo).
Bajo este enfoque, es fácil apreciar cómo también nuestras capacidades como diseñadores se ven limitadas al caer en los estereotipos y categorías. Llegados a un punto en que sólo hacemos muebles porque podemos hacer muebles, nos formamos una idea mental de simplemente resolver los requerimientos de diseño de la manera más eficiente posible siguiendo tendencias muy marcadas a nivel global, sin realizar ningún aporte, sin experimentar, sin proponer, porque tal vez en su momento lo intentamos y no lo supimos expresar, no fue percibido. Y es aquí donde se presenta otro aspecto importante, para sobrepasar los estereotipos y clasificaciones: siempre se debe comunicar apropiadamente la idea. Tal vez no de manera muy obvia, pero con los indicios suficientes para que logre ser percibida como fundamental dentro de la propuesta de diseño, rebasando los valores más obvios. Retomando el tema de los extremos, no se trata de tener un estudio de diseño con el enfoque más especializado y poco común, de caer en lo hipster vs mainstream para no entrar en categorizaciones generalizadas, sino de comunicar de manera correcta donde está el valor de todo lo que hacemos, hacia dónde se debe mirar. Y sobre todo, demostrar que lo que hacemos posee valor, que no es solo un bluff escandaloso que sólo busque demostrar la generación del contenido y no comunicar la calidad del mismo. Que la idea sobrepase por sí misma cualquier posible categoría en la que se intente sintetizarla.
Edward de Bono plantea un principio interesante sobre éstas categorías en uno de sus libros*, en donde sugiere que muchas veces no se identifica una idea o una solución porque no forma parte de la misma categoría del problema que se está abordando. A partir de esto es fácil darse cuenta que en diseño (interna y externamente) es complicado apreciar el verdadero valor de una idea sin categorizarla de forma (en la mayoría de ocasiones), simple y casi absurda. El trabajo de colegas en la mayoría de ocasiones lo categorizamos por el material con el que más frecuentemente trabaja; la necesidad de un cliente queda al nivel de la tipología de producto que está solicitando, y bajo esta misma lupa, por ejemplo, es posible que un potencial cliente no aprecie el valor de un servicio de diseño en un objeto de diseño, aunque éste último sea el principal output de la solución que él necesita aplicada a otro problema. La manera en la que el objeto se resuelve es más importante que el objeto en sí, ya que este último se vuelve una síntesis de todo lo que viene detrás de él.
Lo que hizo Studio Formafantasma con Flos en el Milán design week de éste año, es un buen ejemplo si se analiza desde una perspectiva desenfadada, poniendo a prueba los argumentos anteriores. Desde el punto de vista convencional, sólo presentaron lámparas simples y con una estética cuidada para una empresa de iluminación. Pero analizando a fondo la propuesta, el valor principal de la idea es más simple, más elemental, integrando el cable de energía, un elemento presente en todas las luminarias, de manera que logra integrarse a la experiencia final del producto, formando parte integral del mismo en forma y función, conviviendo de manera armónica con los demás elementos en lugar de esconderlo o simplemente hacerlo más estético (similar a lo que logró Fukasawa para Muji en su tiempo). Si se identifica este valor en la resolución práctica de un problema por encima de la categoría de luminaria, es fácil darse cuenta de la aportación conceptual y creativa que este estudio podría brindar para abordar diversos problemas y necesidades de diseño. Ver más allá del material, del conocimiento técnico, del enfoque, de la tipología. Saber identificar el trasfondo de lo que justifica la creación de un producto.
Creo que no hay porqué estereotipar y categorizar absolutamente todo, eso nos puede privar de comprender el valor principal de una idea, el identificar y apreciar el cómo, porqué y para qué; entenderlo, disfrutarlo. Dejar de pensar simplemente: “ese estudio hace interiorismo” “conozco un tipo que diseña muebles”, analizar desde un nuevo enfoque y comprender lo que está detrás de ese output tangible, tener una perspectiva más amplia. Así, tal vez, pasaremos de pensar “Jaime diseña cerámica” y más allá del conocimiento técnico, comprenderemos que Jaime posee un comprendimiento más amplio en creación de formas tridimensionales resolviendo retos con distintos valores estéticos, o una comprensión geométrica avanzada, skills que podrían ser útiles para colaborar en algún otro proyecto. Saber identificar que de cierta manera lo tangible funciona por valores intangibles, procesos cognitivos que se tornan en una serie de decisiones tomadas por el diseñador que dan forma al producto final. Diferenciar el conocimiento técnico del procesamiento de información más elemental para obtener ideas nuevas, de la concepción creativa. Sin estereotipos o categorizaciones nuestros límites se extienden, tanto al diseñar como al comprender diseño.
*New think: the use of lateral thinking in the generation of new ideas.