Designaholic | Emerge: El lujo de diseñar

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Emerge: El lujo de diseñar

Es complicado encontrar una persona ajena al gremio del diseño que sepa a ciencia cierta lo que hacemos. Creo que todos hemos pasado por esa experiencia en la que decir “estudié diseño industrial” tiene como respuesta una expresión de duda en nuestro interlocutor. El comunicar nuestro propósito en la sociedad ha fallado, no se comprende del todo. Gran parte del tiempo en Emerge nos encontramos con esta situación a nivel profesional, por lo que creemos que es de suma importancia comunicar a la sociedad lo que realmente puede lograr un diseñador, los beneficios de un producto bien diseñado, así como el proceso que esto requiere. Comunicar  el valor intrínseco (no agregado) de lo que hacemos al diseñar. Pero al intentar hacerlo, la mayoría de veces me he encontrado con algo: Los diseñadores y lo que hacemos, son percibidos como un lujo.

Esto está provocando una círculo vicioso de malos entendidos hacia nuestra profesión en el que explicar que no somos artistas, que no sólo hacemos cosas redundantes de precio altísimo o que podemos aportar soluciones reales a necesidades reales se convierte en una verdadera odisea. La mayoría de los diseñadores en algún punto volteamos a ver al usuario con un alto poder adquisitivo, a ese 1% que sabemos tiene los medios para pagar “diseño”. Pero ¿qué ocurre? Este tipo de usuario es muy exigente y la mayoría de veces generamos productos o servicios con un costo estratosférico que realmente no le solucionan nada al cliente, convirtiendo lo que hacemos en un lujo innecesario.

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El buen diseño vs  el diseño caro

Entonces, lo complicado reside en hacer las cosas bien, en lograr que la sociedad se percate de ello, valorándolo adecuadamente y no colocándolo en el lujo. Apple, por ejemplo, populariza el buen diseño aplicando de una manera inteligente principios funcionales y estéticos  a productos útiles que llegan a millones de consumidores y que millones más desean. Pero a pesar de esto, y gracias en gran parte a los errores que cometemos a veces al intentar vender diseño, esta clase de objeto se considera aun malamente un lujo, debido al alto coste en comparación a otros productos de características similares y menor calidad.

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Particularmente, no me gusta la idea de que en ocasiones el término “diseño” sea sinónimo de “inútil y costoso”, ni el hecho de que algo costoso se argumente con que “es de diseño”. Lo único que esto logra es privar a la sociedad de adquirir buenos productos y de tomar decisiones respecto al diseño que realmente necesita. Por ello, frecuentemente se ha relacionado  a nuestra profesión con la exclusividad, logrando que ambos términos, lujo y diseño, lleguen a ser considerados sinónimos, ya que actualmente en México si adquirimos un “mueble de diseño”, inmediatamente se convierte en un “lujo”, por su elevado coste. Pero al analizar los beneficios del buen diseño, nos damos cuenta que va mucho más allá de la exclusividad y el alto precio. Incluso ambos términos podrían omitirse en la creación de excelentes productos. ¿Cómo saber si es un producto bien diseñado? cuando alguien exigente nota la utilidad o el propósito de cada detalle en él, y al mismo tiempo, cuando un usuario básico lo único que nota es que “funciona bien”. Un bolígrafo Bic es un perfecto ejemplo.

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Pero si el lujo no es diseño ¿entonces qué es?

Bruno Munari lo define y muy bien: “Lujo. El triunfo de la apariencia sobre la substancia”; y en uno de sus libros profundiza bastante el hecho de que el diseñador no debe centrarse únicamente en eso, ya que no es un valor del producto que resuelva algo en concreto, concluyendo que “es una estupidez”.  A pesar de esto, el lujo es atractivo porque resulta ser un lucrativo negocio en el actual mercado de «entre más tengo más soy». Pero no lo es todo.

Actualmente la mayoría de los diseñadores percibimos nuestra actividad como «un lujo», impidiendo así que se llegue a un estado de concientización sobre lo que de verdad hacemos. Preferimos diseñar un objeto de edición limitada que cueste $50,000 a uno que se fabrique 5,000 veces y solo cueste $100.

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Diseño ≠ Arte

Parte de considerar precios elevados para objetos vacíos que en ocasiones hacemos, es la percepción del negocio del arte. Las personas están dispuestas a pagar muchísimo dinero por arte en cualquiera de sus expresiones, pero cuando de diseño funcional se trata no se encuentran muy convencidos. Rodo Padilla, un artista en cerámica cuya galería principal está en Tlaquepaque, Jalisco, lo ejemplificó bastante bien en una conferencia. Alguien del público le preguntó por qué no enfocaba su creatividad en desarrollar objetos funcionales, a lo que contestó: “En una ocasión lo intenté. Tenía yo una pequeña escultura de mesa que se vendía muy bien. Un día, se me ocurrió hacerle unos pequeños orificios en la parte superior para darle la funcionalidad de un salero. Se colocó en las tiendas con el mismo precio que la escultura tradicional ¿Qué sucedió? Las personas al verlo decían <<de ninguna manera pagaré tanto por un salero>>, y se llevaban la escultura normal.” juegos online

El diseñador no se puede dar el lujo de ser artista, ni el artista el lujo de diseñar. El valor en diseño debe estar en lo que la pieza logra satisfacer y la manera en que lo hace.

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El diseño no es la cereza, es el pastel.

Mencionó Coco Chanel  en una ocasión: “El lujo es una necesidad que comienza cuando termina la necesidad”. Pero las necesidades de la mayoría de las personas aún no terminan. Cada proyecto que abordamos en Emerge tiene eso como prioridad: solucionar algo, aportar algo, experimentar, crecer. Y más que seguir marcando al diseño como un valor agregado o un “lujo”, intentamos darlo a entender como un engranaje más, necesario, en el desarrollo de cualquier producto.

Creo que el diseño va por buen camino, cada día logra llegar a más personas, en todos los nichos que existen. Cada día más personas se percatan de él.

Nos corresponde decidir si queremos diseñar un ostentoso abrelatas de oro que pase la mayor parte del tiempo en una vitrina, o uno simple, que se logre con 5cm de acero reciclado utilizable por un sinfín de personas. Ningún enfoque tiene en sí algo de malo. Pero no debemos estereotipar de mala manera nuestra profesión al intentar mezclar ambos enfoques.

Por Adolfo Navarro.

 

 

 

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