Percepción: Diseñar artesanía
Este texto es a manera de crónica personal, un poco distinto a lo acostumbrado en ésta columna, pero considero que parte crucial de una Percepción se fundamenta en argumentar porqué y cómo se percibe un contexto, tendencia o situación de determinada manera. Y más importante, lo maleable de tal percepción y la importancia de la experiencia para modificarla.
A pesar de mi enfoque en Lo Esencial, como diseñador nunca había tenido un acercamiento personal profundo hacia el llamado Diseño Artesanal. En Lo Esencial el trabajo de diseño siempre ha sido desde otras trincheras, identificando objetos que se utilicen constantemente, mejorando la interacción con los mismos y resolviendo de producción de forma factible y eficiente para lograr simplificar ciertos aspectos sin sacrificar calidad, proceso que llevó a la comprensión y uso de materiales y técnicas como la piel genuina y la talabartería como herramientas para generar productos, no como estandartes.
El diseño artesanal, en cambio, lo percibía como la dinámica de colaboración que se popularizó hace ya algún tiempo en la que un diseñador trabajaba “codo a codo” con artesanos, en lo que el resultado siempre eran ediciones especiales, piezas a pedido para determinados clientes o material vistoso para prensa especializada, y en el mejor de los casos, ejercicios conceptuales. Éste tipo de dinámica siempre me pareció un poco pretenciosa, lo percibía también un pretexto para utilizar al artesano como maquilador de lotes de producción pequeños de determinadas piezas y justificar los errores de producción bajo el argumento de que aquello era hecho a mano. Al final de todo esto el artesano no sólo quedaba igual que como estaba, sino tal vez mas frustrado o decepcionado de que le utilizaran. Tal vez. A pesar de que tengo amigos y conozco iniciativas expertas completamente en éste tema que lo están haciendo muy bien, en generalidades esta siempre había sido mi percepción, basada meramente en la información a la que tenía acceso, algunos comentarios e interpretación de mi entorno, no en la experiencia concreta.
Hace un par de meses, recibí una llamada en la oficina por parte de una iniciativa en la que me invitaban a participar en una dinámica de este tipo con maestros artesanos talabarteros en el estado de Querétaro. Al principio dada mi percepción respecto a este tema sólo escuché, permanecí muy escéptico, pero en detalle el proyecto estaba bien planteado, tenía varios fundamentos con los que coincidía, e involucraba a algunos colegas y camaradas que respeto. Además francamente tenía curiosidad por comprender desde dentro cómo se desarrollaban éste tipo de colaboraciones o proyectos, así que accedí a participar. La esencia del proyecto era sencilla: el diseñador fungiría como un “capacitador” que mostraría a los artesanos cómo elaborar productos más diversos y «actuales» con las técnicas que ellos ya dominaban en su totalidad, y los artesanos aprenderían procesos creativos para desarrollar mejor su técnica, complementando este proceso con capacitaciones fiscales y administrativas por parte de expertos hacia los mismos, cerrando muy bien el circulo. Yo, en cuanto a técnica, más que capacitador me sentía cual Luis Videgaray en la SRE, sólo iba a aprender. ¿Qué tenía que enseñar a una comunidad que llevaba generaciones enteras dedicada a la elaboración de productos en cuero? Aún así, sentía que desde el ámbito creativo tal vez algo podía aportar. Dejando de lado los estereotipos gremiales referentes a material, recordé una lectura reciente de David Carlson: “The designer is today an investigator who seeks cross-pollination from different fields of thought. (…)”. 1
Llegué así a Cadereyta de Montes, Querétaro. Al inicio del proyecto, la comunidad estaba tal cual lo anticipaba: 3 generaciones con dominio impresionante (de verdad) de todas las técnicas relacionadas al cuero, y con un escepticismo abrumador hacia cualquier diseñador que llegara a “predicar”. ¿Por qué? según comprendí, por malas experiencias frecuentes en el pasado. Sólo querían de cierta forma que los dejaran en paz, continuar haciendo cinturones (producto que más fabricaban) y venderlos a sus conocidos y clientes habituales. Terminando el día, religiosamente jugaban una partida de Conquián. Mi intención era conectar con ellos, sobre todo con el líder del taller, identificar necesidades e intereses, mostrar nuevos alcances y comenzar con las nuevas piezas que se debían entregar. Proceso meramente lógico, pero resultó altamente complejo en implementación. De manera siempre respetuosa decían sí a todo lo que se planteaba, pero tan pronto se terminaba de hablar continuaban con la elaboración de sus cinturones, sin mas. Finalmente, tuve que plantear objetivos de manera distinta para que todo funcionara: “Al final de esto, terminarán haciendo la misma cantidad de cinturones en la mitad de tiempo”. Al decir esto, repentinamente tuve el interés de todos.
La conclusión fue una colección de piezas que terminaron realizando gustosos, comprendiéndolas en su totalidad, pues cada una de ellas funge como ejercicio para mejorar y factibilizar un proceso en la cadena de producción de sus ya tradicionales cinturones, complementando y ampliando así la utilidad de su conocimiento práctico. Además, el diseño tomó una posición de valor y respeto, suplantando al oportunismo, dentro de ésta comunidad. El proyecto resultó ser una experiencia verdaderamente enriquecedora, un proceso de aprendizaje mutuo que terminó por quitar vendas y fomentar la colaboración por ambas partes. Actualmente se continúa con la gestión de resultados, y el contacto bilateral e intercambio de información es frecuente. Comprendí que el diseño realmente puede hacer la diferencia en éste tipo de proyectos, y en muchos otros, si tomamos el lugar que corresponde como agentes vinculantes, solucionadores, utilizando las herramientas que tenemos a nuestro alcance para mejorar el entorno, no solo para generar mas y mas contenido. Esto una vez leído puede parecer obvio, pero es importante experimentarlo para comprender realmente la diferencia que puede significar en cada entorno hacer cotidiano. Cambió mi percepción respecto al diseño artesanal, y la dinámica de colaboración tan valiosa que se puede generar si llegamos a ayudar y no a imponer. No es un tema para nada nuevo, pero es relevante comprenderlo en lo propio.
El diseño como proceso resolutivo es una herramienta en exceso poderosa si se implementa de manera apropiada en cada proyecto, comunidad o objeto. No solo para generar más y más contenido, sino para estructurar el que ya se está generando.
Gracias a Étniko, por permitirme formar parte del proyecto, y a la familia Olvera, por compartir tan gratamente su carisma, taller y conocimiento.
- Carlson, David. “Make Design Matter”. BIS Publishers. 2014