Relatos: Taller de Bonsái Omizo, Kioto.
Kentaro Yamamoto, nuestro asesor (Yamamoto Sensei, cómo le llamamos) tenía una lista de talleres, empresas y estudios interesantes e importantes que necesitábamos conocer para poder entender el contexto del diseño y la artesanía japonesa de una manera muy amplia. Además de contar con dicha lista nos preguntó si teníamos interés en visitar algún taller en particular; lo primero que se me vino a la mente fue preguntar si podríamos visitar algún taller dónde cultiven bonsáis. Siempre he sido fan de las plantas y por alguna razón, cuándo era niño, mi abuelo me introdujo a éste tipo de cultivo de árboles por medio de unos libros que tenía acerca el tema (él me enseñaba mucho sobre plantas, cómo cultivarlas, datos curiosos y científicos).
A Yamamoto Sensei le pareció muy interesante la idea porque no era específicamente un taller en dónde se fabricaran objetos artesanales, pero que podría ser importante para conocer un poco más la cultura y filosofía japonesa, y la verdad es que nunca se le había ocurrido que un taller de bonsái formara parte del curso.
Pero, ¿qué es un bonsái?
Para los que no conocen sobre ellos y para los que ya saben darles una recordada, recurriré a Wikipedia para compartirles la idea general de lo que es un bonsái:
Bonsái (盆栽 bonsai?) es una palabra de origen japonés que significa literalmente bon = ‘bandeja’ + sai = ‘cultivar’ y consiste en el arte de cultivar árboles y plantas, reduciendo su tamaño mediante técnicas, como el trasplante, la poda, el alambrado, el pinzado, etc., y modelando su forma para crear un estilo que nos recuerde una escena de la naturaleza.
En pocas palabras es un árbol miniatura cultivado en una maceta. Pero claro que hay toda una historia detrás.
Los bonsáis son originarios de China, en la antigüedad era un hobby que sólo las personas con mayor poder económico podían sustentar. Fue introducido a Japón hace aproximadamente 800 años y se convirtió en un oficio muy popular que fue evolucionando junto a la cultura de Japón hasta lo que conocemos hoy en día.
Yamamoto Sensei nos citó a las 10:00 de la mañana, había programado una visita al taller de Mr. Omizo, una de las figuras mas importantes en el cultivo y colección de bonsáis de Japón. El taller se encontraba a las afueras de la ciudad de Kioto dentro de una zona residencial entre pequeñas lomas de cedros y bambú.
Al llegar, Yamamoto Sensei entregó un regalo en signo agradecimiento por recibirnos (algo muy importante e interesante de la cultura Japonesa, siempre que se visita algún lugar es de educación llevar un pequeño regalo) y nos recibieron con una pequeña taza de té matcha. Su taller es relativamente pequeño, cuenta con filas de mesas en dónde coloca sus pequeños árboles y un invernadero en el cuál los resguarda cuándo las condiciones climáticas no son muy favorables. Llegamos casi en el momento que abrían y comenzaban a llegar clientes interesados en comprar alguno de sus bonsáis. Comenzamos a platicar con Mr. Omizo mientras nos mostraba su colección de pequeños pinos, cedros y arces de distintas formas, tamaños y edades.
Mr. Omizo es una persona de más de 80 años de edad y toda su vida se ha dedicado al cultivo de bonsáis, y entiende de una manera muy peculiar el cultivo de sus árboles. Él nos contaba que en algún momento comenzó a desarrollar la habilidad de “hablar” con los árboles, ya que cultivarlos requiere mucha atención y sobre todo paciencia ya que son delicados y de requieren muchos años de cuidados antes de que puedan ser exhibidos o vendidos. Desde éste momento me di cuenta que Mr. Omizo tenía una relación muy íntima con su trabajo, y esto se veía reflejado en su carácter y estilo de vida.
Existen ciertas reglas que se deben de seguir a la hora de darle forma a los bonsáis. Siempre se tiene que entender bien el tipo de árbol que se esta cultivando para poder resaltar sus características más importantes; en el caso del maple pueden ser sus hojas tan características, o la forma semi horizontal en la que se ramifica su tronco, o en el caso del pino puede ser su tronco robusto y las pequeñas aglomeraciones de sus agujas (hojas) en la punta de las ramas. También es importante que el bonsái tenga una cierta inclinación hacia en frente como símbolo de reverencia. Podríamos decir que la forma de los árboles se “diseña” para cumplir un propósito.
Las técnicas de cultivo son impresionantes. Se necesita podar en lugares estratégicos para guiar su crecimiento; si se requieren ramas mas gruesas se dejan más hojas, si se requieren más delgadas hay que retirar las hojas necesarias. Para darle su inclinación también utilizan alambrón para erollarlo alrededor del tronco y las ramas y darles la dirección deseada. También se podan las raíces de vez en cuando para disminuir el crecimiento del árbol. En realidad los árboles están expuestos a un constante estrés; Mr. Omizo cuenta que circunstancias pobres hacen a los árboles más fuertes (enseñanza que traduce a su vida cotidiana).
Mr. Omizo nos contó que los árboles se utilizan principalmente como un elemento decorativo en algún cuarto para crear cierta atmósfera que vaya de acuerdo a la estación del año y como objeto de contemplación. Usualmente se colocan en una especie de nicho llamado “tokonoma” junto con otros objetos como un lienzo con alguna pintura o escrito, una piedra o un florero. Muchas personas los consideran como reliquias familiares y pasan de generación en generación (hay bonsáis que tienen cientos de años de edad).
El negocio de los bonsáis se basa principalmente en subastas y se venden como obras de arte. Los bonsáis cultivados por maestros del oficio se pueden vender carísimos y usualmente los compran coleccionistas u otros maestros de bonsái.
Aquí lo interesante fue ver que la dedicación a los detalles y técnicas de suma importancia, pero lo que más me llamó la atención era esa conexión que Mr. Omizo tenía con sus plantas y como éstas lo moldean al mismo tiempo que él les da forma a ellas. Pude notar que ésta conexión y forma de trabajar tiene origen en la misma cultura Japonesa; la filosofía sintoísta (religión primitiva de Japón) enseña que nuestro bienestar esta completamente ligado al bienestar de nuestro entorno natural, y que es necesario entenderla y respetarla, al igual que Mr. Omizo lo hace con sus bonsáis.
Recuerdo muy bien una frase de Mr. Omizo que puede resumir el impacto de su oficio en su vida:
“Mi felicidad la encuentro cuando entiendo las necesidades de alguno de mis árboles, cultivar bonsáis hace a las personas más amables y agradables.”